La maternidad es un antes y un después en la vida de una mujer. Muchas cosas cambian y por lo tanto, hay que hacer un esfuerzo para adaptarse y sacar la máxima satisfacción posible de esta nueva etapa cargada de emociones
La maternidad es una etapa vital teñida de ilusión y estrés casi a partes iguales. Supone una ruptura importante con tu yo que conocías y el nacimiento de un nuevo rol: ser madre.
Aunque este nuevo papel lo acojamos con grandes deseos y esperanzas, el hecho de tener que asumir responsabilidades que antes no teníamos, nuevos intereses e incluso desconocidos sentimientos, puede ser angustioso.
Como en cualquier área vital, cuando se comienza una andadura por primera vez, uno empieza siendo novato y el entorno le demanda que se adapte.
Es un acto de amor inmenso, espléndido e incondicional, pero a la vez rompe en cierto modo con la identidad que uno se había marcado hasta ahora. La realidad es que la maternidad te obliga renunciar a algunas partes de ti mismo, o por lo menos, a dejarlas a un lado durante un tiempo.
Esa renuncia, lleva implícito un “ya no eres tan importante”, aunque no sea verídico. Pero al no tener tanto tiempo o recursos para cuidarte de la misma forma, para realizar los mismos planes o proyectos, puedes encontrarte inevitablemente descuidada. Esto puede llegar a afectar de forma sustancial a la autoestima de la madre.
¿Qué áreas son las que más se rompen con la maternidad?
Ser madre implica reinventarte en multitud de aspectos. Es saludable, a la vez que deseable, seguir conservando momentos íntimos e intentar no dejar de lado o abandonar tu identidad o intereses. Pero de manera inevitable surgirán planes, proyectos o historias a las que hay que renunciar, simplemente porque son incompatibles.
La buena noticia es que renunciar no significa que desaparezcan de tu vida por completo, sino más bien, que se modifican, creando por tanto, “un nuevo yo”. Algunas de las áreas en las que la maternidad nos obliga a reinventarnos son:
Las relaciones sociales
Los amigos son uno de los componentes vitales que se ven más afectados cuando comienza la maternidad. A no ser que la mayoría de amigas tengan hijos a la misma vez y entonces todas se vean obligadas a asumir un nuevo rol, lo más común es que surjan cambios.
Los planes difícilmente se quedan como siempre. El tiempo ya no es el que era antes de la maternidad y por lo tanto, existe menos disponibilidad para realizar ciertos planes como viajes, festivales o salidas nocturnas hasta altas horas de la mañana, por ejemplo.
Las ganas y la motivación también se modifican. Lo habitual es que una madre se sienta muy cansada la mayoría del tiempo y que cuando tenga un hueco libre desee descansar. Por lo tanto, esta área se ve obligada a cambiar.
Las madres empiezan a relacionarse con otras madres. Con estos grupos tienen más intereses en común, más temas de los que poder conversar y además los niños pueden jugar entre ellos. Esto no quiere decir que abandonemos nuestras anteriores amistades. Lo ideal es conservarlas en la medida de lo posible.
El mundo laboral
A día de hoy la conciliación sigue siendo una utopía. Cuando la maternidad asoma la cabeza, nace una nueva trabajadora. Las demandas de la lactancia o de la disponibilidad hacia el bebé hace que sea muy complicado poder compaginar trabajo y crianza.
Por lo tanto, muchas mujeres se ven obligadas a renunciar al empleo y a seguir creciendo laboralmente. Otras, no renuncian, pero se ven inmersas en un tsunami de estrés y ansiedad diario. En cualquier caso, la mujer trabajadora que una era antes de la maternidad, ha pasado a ser otra diferente.
El cuidado personal
Esta área se ve casi relegada totalmente hacia el bebé. Ya el físico o el bienestar personal no son temas tan importantes como podrían serlo antes.
Es muy normal que la madre no se vea a sí misma tan atractiva, ya que la falta de tiempo hacen que esta área quede en un segundo plano. Además, las consecuencias del propio embarazo y el parto provocan que muchas mujeres vean su físico modificado.
El descanso y el ocio
Si antes la persona llegaba de trabajar a su casa, se daba una ducha, se ponía cómoda y veía una serie en Netflix, a partir de la maternidad, esto se acaba. Existen otro ser al que cuidar, asear, vestir, divertir, alimentar y acostar.
El ocio, como hemos dicho en el primer punto, es también diferente. Los planes se vuelven mucho más relajados, normalmente en horas más tempranas y con personas distintas que nos entienden y con las que podemos empatizar.
La pareja
La pareja en gran medida se convierte en un “equipo de cuidadores”. Intentar que esto ocurra de forma mínima es lo ideal, ya que hay que obligarse a tener momentos a solas e íntimos. Pero el contexto de pareja ya no vuelve a ser el mismo: es más difícil salir a cenar a solas, tener conversaciones sin interrupción o encontrar el momento para la relación sexual.
Además, la pareja se ve inmersa de repente en un ambiente de pediatras, pañales, juguetes, paseos.. que le obligan de nuevo, a reinventarse y a asumir nuevas responsabilidades.
¿Qué está en nuestra mano para seguir conservando la identidad?
Hay que tener claro que somos quienes somos. Es decir, la identidad no se borra así como así. En la medida de nuestras posibilidades, y siendo siempre realistas, hay que intentar hacer lo posible para conservarnos a nosotros mismos y no dejarnos llevar del todo. También es maduro asumir la realidad de que muchas cosas cambiarán y que hay que adaptarse a esos cambios, nos gusten más o menos.
En nuestra mano está por ejemplo pedir ayuda. Sin abusar, evidentemente. Pero existen los abuelos, los tíos o las cuidadoras. Lo deseable es que un niño pase gran tiempo con sus padres, pero la clave de esto es que los padres se encuentren emocionalmente estables.
Si esto no sucede, es mucho más recomendable pedir ayuda, estabilizarnos, tomar aire y volver a estar con nuestros hijos, sin tener que sentirnos culpables.
Otra opción es crear con la pareja tiempos de desconexión propios. Esto implica que algunas veces uno se queda al cuidado de los hijos y otras veces lo hará el otro miembro. La idea de esto es que se haga con amor, sin después echar en cara a quién le toca, quién se quedó más tiempo, sin interrumpir el momento, etc.
A pesar de que la maternidad puede ser muy dura, no deja de ser un cambio vital, igual que lo es el paso de la niñez a la adolescencia. Lo que ocurre es que, en este caso, es una opción elegida libremente. Es importante empezar a encariñarse con esta nueva situación, asumir que hay cosas del pasado que no volverán pero que existen otras que pueden traernos la mayor de las satisfacciones si sabemos aprovecharlas.