Antes de que nadie la hubiese visto -se estrenó el 17 de septiembre de 2021, pero la mayor parte de los artículos que le han dedicado se han publicado a partir de octubre, por ello, ahora se ha convertido en la serie coreana más vista en la historia del gigante del streaming, superando a otras grandes producciones históricas de este servicio. Y convirtiéndose en un fenómeno global.
El Juego del Calamar, de nueve capítulos de alrededor de una hora de duración se ha convertido en la sensación del momento. No hay periódico ni blog que no haya ofrecido su análisis sobre un proyecto que llevaba más de diez años dando vueltas por los cajones hasta que Netflix apostó por ella.
No cabe duda, que lo realizado por El Juego del Calamar es impresionante, un título que ha hecho historia en este servicio streaming, y lo ha logrado sin recibir la misma publicidad a nivel mundial que si han recibido otras grandes producciones de Netflix, ya que la mejor publicidad que recibió esta serie fue la que los mismos suscriptores generaron, al compartir memes en las redes sociales, comentarios o bien recomendando la serie a otros usuarios.
¿Por qué es tan exitosa? El Juego del Calamar, la serie coreana que hace historia en Netflix
La clave del éxito de El Juego del Calamar recae en el entretenimiento que genera, ya que, sí bien es cierto es un título de calidad con una buena historia, buen guion y buenas actuaciones, pero, no es la mejor producción en estos rubros en la historia de Netflix , sin embargo, si es la más vista, ya que se trata de una serie que logra entretener al espectador desde el primer minuto, hasta el último.
Resulta paradójico, pero solo hay que comprobar el vestuario de sus villanos, que no ocultan su referencia a ‘La casa de papel’: monos rojos con capucha, caretas y armas automáticas. La fotografía es pulcra e híper definida, saturada de colores, con planos aberrados y grandes angulares, lo que la hace terriblemente atractiva al ojo y la emparenta con el manhwa -el manga coreano.
Esta serie coreana original de Netflix ofrece una trama qué hace una brillante y equilibrada combinación de drama, suspenso, acción, e incluso comedia, lo que mezcla haciendo finos e inteligentes giros de trama que hacen que el espectador quiera saber más sobre esta trama, logrando así, hacer historia en la plataforma, ya que se ha convertido en una producción que hasta el momento ha sido vista, hasta el momento, por nada menos que 111 millones de usuarios.
El juego es, al fin y al cabo, la representación del turbocapitalismo en el que el ciudadano adquiere unas deudas que le obligan a participar en un mercado laboral muy competitivo ante la promesa de enriquecerse, lo que al final solo ocurre en casos muy concretos, dejando tras de sí un reguero de cadáveres o convirtiéndose uno mismo en un cadáver. Y mientras, en las sombras, la clase rica, dirigente y desconectada mira el espectáculo y se aprovecha de ello. La metáfora es sencilla y fácilmente exportable a cualquier país que haya visto crecer la desigualdad en la última década, es decir, todos.
Lo obtenido por El Juego del Calamar es de aplaudir, ya que es una serie coreana que puede no gustarle a todos, pero, todos han oído hablar de ella, generando que los suscriptores que comúnmente no consumen este tipo de series, la hayan visto, por esa razón, se trata de una producción qué se perfila para seguir aumentando su número de visualizaciones en Netflix, ya que apunta para contar con una segunda temporada en el catálogo de esta plataforma.
La genialidad de la idea de Hwang Dong-hyuk ha sido la de contraponer un contexto tan inocente y lúdico como los juegos tradicionales infantiles con una propuesta gore -aunque no tanto como lo venden- en la que los concursantes son asesinados de maneras diferentes para aparente diversión de un misterioso personaje escondido detrás de una máscara. Aquí Hwang también acierta alternando juegos populares en todo en mundo, como el escondite inglés, con tradiciones populares de Corea, como el que da el nombre a la serie.
El creador de la serie les otorga la humanidad que el propio juego les quita; en el capítulo final, el diálogo plantea el ‘quid’ de la historia: ¿Cuándo nos volvimos tan inhumanos como para dejar de confiar en nosotros como especie? ¿Cuándo perdimos la empatía para con el sufrimiento ajeno?