¿Por qué criticamos a los demás?

¿Es útil y creativa o por el contrario destructiva? ¿Aporta algo a la otra persona o solo busca hacerla sentir mal?.

“La gente es mala y egoísta. Solo piensa en sí misma”…”Mira Javier, qué poca vergüenza tiene, ni respeta a los demás ni les importa lo más mínimo”… “¿Has visto lo gorda que se ha puesto Luisa?”…

¿Te suenan estos comentarios? ¿Te reconoces a ti mismo haciéndolos?

La crítica destructiva: cuando el otro es peor que yo…

La crítica es bastante más frecuente de lo que pensamos. Sería difícil encontrar a alguien que no suela recurrir a ella en algún momento, y su repercusión puede ser importante.

En muchas ocasiones nosotros mismos enunciamos frases del tipo de las anteriores, en un aparente intento de reforzar nuestra idea de qué bien estamos nosotros comparado con lo que hay por ahí.

A veces esto ocurre de una manera inconsciente y automática, con un poder destructivo enorme y sin forma de controlarlo. Por el contrario, otras veces quien las hace puede verse a sí mismo desde fuera criticando, y es ahí donde reside el poder de cambio.

La televisión: el sitio perfecto para la crítica

Uno de los escenarios en los que más se puede observar la crítica es cuando vemos la televisión. En las noticias nos cuentan cómo algunas personas se comportan incívicamente, y algunos shows televisivos nos dan la oportunidad de despotricar metiéndonos con según qué personas.

Lo más curioso es que muchas veces este comportamiento crítico y juicioso se vuelve casi adictivo, llegando a ser una forma de desahogarse y de reforzar el propio ego. Parece que al ver todo esto nos consolamos, y pensamos que en realidad no somos tan malos.

Pero esto no ocurre sólo con la televisión. En nuestras propias relaciones personales suele ser habitual que muchas personas aprovechen la más mínima para criticar o reprochar comportamientos de los demás, incidiendo en las cosas que hacen y en lo mal que nos parecen.

El placer de criticar

Lo verdaderamente curioso es que el hecho de cuestionar o criticar a alguien, de enfadarnos con él o de reprocharle, nos resulta placentero durante los primeros instantes. Es como si nuestro ego se alimentase de este tipo de circunstancias, tratando de convencerse una y otra vez y a través de distintas personas de que «yo soy mejor que ellas».

Y sin embargo, el resto del tiempo puede que nos sintamos mal. Se nos acelera el corazón, se eleva nuestra temperatura corporal, se segrega la hormona del estrés y podemos llegar a sufrir incluso dolores de cabeza si la agitación es muy vigorosa.

Pero entonces… ¿por qué lo hacemos?

Precisamente porque la tentación de la crítica, ese placer que experimentamos cuando nos sentimos por encima del otro, acaba imponiéndose.

Huelga decir que las personas que más tienden a valerse de la crítica como un modo de relacionarse son aquellas con una más baja autoestima y más problemas de autoconcepto.

De lo contrario, una persona saludable emocionalmente, no necesita poner tanto su mirada en el otro de una manera tan negativa. Más bien es capaz de apreciar sus cualidades positivas, al igual que es capaz de verlas en sí mismo.

Reflexión final

La próxima vez que te veas criticando, prestes atención a tres cosas: primero a tu reacciones corporales mientras lo haces, segundo al tema del reproche y su posible relación contigo mismos, y tercero al propio objetivo final de la crítica: ¿Es útil y creativa o por el contrario destructiva? ¿Aporta algo a la otra persona o solo busca hacerla sentir mal?.

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