Procrastinar, ¿Por qué lo hacemos? ¿Cómo evitarlo?

La procrastinación es un agujero negro para tu productividad. Evitar caer en la misma y aprender a combatirla es fundamental.

Si alguna vez has retrasado una cita con el dentista, has pospuesto para el próximo mes el propósito de apuntarte al gimnasio y nunca encuentras el momento de ordenar esos malditos papeles o arreglar el grifo de la cocina que gotea… tranquilo, no eres el único. Aplazar los asuntos pendientes, o dejar para mañana lo que podrías hacer hoy, es una costumbre muy humana conocida como procrastinación. Y es muy habitual a pesar de que tiene un coste elevado, ya que los retrasos evitables generan pérdidas de productividad, además de causar estragos emocionales, principalmente mermando la autoestima.

La palabra procrastinar se ha puesto muy de moda en los últimos años. Sin embargo, es una palabra con muchos años de significado. Tanto es así que proviene del latín “procrastinare” y significa dejar para otro día las cosas que sabes que tienes que hacer en el presente.

¿Qué es procrastinar?

En los últimos tiempos, la procrastinación se ha convertido en un fenómeno de masas. Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos pospuesto alguna tarea importante simplemente por pereza o porque no teníamos ganas de hacerla. “Mejor mañana”, pensamos, y en su lugar hacemos otra tarea más sencilla o que nos hace sentir mejor. El problema es que el día de mañana llega y la tarea sigue sin hacer, procrastinar.

‍Por ejemplo, procrastinas cuando en lugar de hacer ese informe importante en el trabajo que te ha pedido tu jefe (y que te resulta muy tedioso y exigente) decides hacer otra tarea más sencilla y que te parece más gratificante, postergando el inicio del informe a otro momento en que tengas más energías.

También procrastinas cuando sabes que tienes que prepararte un examen en los próximos días. Sin embargo, te pones delante de los libros y en lugar de empezar a estudiar pierdes el tiempo en las redes sociales o consultando las últimas noticias del periódico o de un blog que te divierte.

Otro ejemplo de procrastinación sería cuando tu vehículo te avisa de que tienes que llevarlo al taller a hacerle la revisión periódica y cambiarle el aceite, pero no te apetece hacerlo y pospones la decisión de ir de un día para otro y otro y otro…

En todos los casos, la procrastinación va de la mano de la inapetencia y de la pereza. No te apetece hacer una tarea que sabes que es importante y que antes o después tendrás que hacer (nadie hará el informe por ti, nadie estudiará por ti y nadie llevará el coche al taller por ti). Sin embargo, decides pegarle una patada a la misma y enviarla al futuro.

¿Por qué procrastinamos?

Procrastinar forma parte de la condición humana. Cuando tenemos que enfrentarnos a una tarea desagradable se produce una guerra silenciosa en el interior de nuestro cerebro. El sistema límbico (que es la parte del cerebro que incluye el centro de placer) y la corteza prefrontal (que es la zona que se dedica a planificar) compiten por controlar la situación.

Si la corteza prefrontal gana, nos ponemos manos a la obra con la tarea desagradable. Sin embargo, cuando el sistema límbico se impone, postergamos esa tarea y la sustituimos por otra tarea que, aunque no es importante, sí nos genera placer a corto plazo.

El problema de la procrastinación es que engancha y va a más. Aunque somos conscientes en todo momento de que estamos haciendo las cosas mal, y eso nos provoca nerviosismo y sensación de culpabilidad, no somos capaces de parar y empezar a hacer la tarea importante. Esto ocurre por culpa de la dopamina, que modifica las neuronas de nuestro cerebro y nos hace perder el control.

En función de cada persona, tras la conducta de la procrastinación podemos encontrar distintas causas. Por ejemplo, hay personas que son tan extremadamente perfeccionistas que no empiezan una tarea por miedo a no poder finalizarla con la perfección que les gustaría. Su cerebro les engaña y les hace creer que no es el mejor momento para hacerla y que si la hiciesen ahora el resultado no sería perfecto.

Otras veces, procrastinamos porque nos enfrentamos a tareas extremadamente complejas. Como no sabemos por dónde empezarlas, pensamos que son inabordables, que no estamos preparados para hacerlas justo en este momento y que sería mejor idea aplazarla para otra ocasión.

En otros caos, la procrastinación simplemente es el resultado de nuestra pereza. No hacemos una tarea concreta por falta de ganas y porque es mucho más divertido leer el Twitter o ver un capítulo nuevo de nuestra serie favorita.

¿Cómo evitar la procrastinación?

El gran problema de la procrastinación es que lastra nuestra productividad hasta límites insospechados. Por tanto, si creemos que somos unos procrastinadores de manual, lo mejor que podemos hacer es coger el toro por los cuernos y buscar soluciones.

Aquí van algunos consejos para dejar de sabotear tu vida y poner fin a la procrastinación:

  • Sé consciente de tu problema. No resolverás tu problema si no te lo tomas en serio. Por tanto, el paso previo es ser plenamente consciente de que estás quemando tus horas sin hacer nada productivo, y que esto no te genera ningún beneficio a largo plazo, sino más bien todo lo contrario: la lista de ítems por realizar cada vez es mayor y necesitas ponerle fin.
  • Planifica tus tareas el día antes. Cada noche, antes de ir a dormir (aunque también puedes hacerlo antes de acabar la jornada laboral), decide cuáles serán las tareas que harás el día siguiente. Si aprendes a organizar tu calendario serás mucho más productivo.
  • Divide las tareas complejas en mini tareas. Si te enfrentas a una tarea muy complicada y que podría exigir muchas horas de tu tiempo, divídela en pequeñas tareas más cortas y fáciles de acometer. Lo ideal es que ninguna de ellas supere los 45 minutos.
  • Usa la Matriz de Eisenhower para priorizar tus tareas. Según esta matriz:
    • Si una tarea es urgente e importante, hazla ya.
    • Si es urgente pero no es importante, delégala a otra persona.
    • En el caso de las tareas no urgentes pero sí importantes, planifícalas.
    • Si no es urgente ni tampoco es importante, postérgala o elimínala.

En definitiva, la procrastinación es un agujero negro para tu productividad. Evitar caer en la misma y aprender a combatirla es fundamental, sobre todo en estos meses de verano en los que hace tanta calor y nos da tanta pereza iniciar una tarea nueva.

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